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Prisión permanente en Sevilla: «Desde que supe que lo habían condenado, duermo mejor»

Ana Belén, que prefiere guardar el anonimato, mira una fotografía de su madre, asesinada hace dos años - J. J. Úbeda

Ana Belén, que prefiere guardar el anonimato, mira una fotografía de su madre, asesinada hace dos años – J. J. Úbeda

Prisión permanente en Sevilla: «Desde que supe que lo habían condenado, duermo mejor»

  • Ana Belén es la hija de la vecina de Pilas cuyo asesino ha recibido la primera condena de este tipo dictada por los tribunales sevillanos

Su casa es un pequeño museo en recuerdo de su madre Ana María. Las paredes están decoradas con fotografías de esta vecina de Pilas, de 51 años, asesinada en 2017 cuando se dirigía como cada domingo a la casita de campo que había conseguido levantar en su pueblo tras muchos años detrás del mostrador de su bar y de las barras de la Feria y del Rocío. Aquella mañana de marzo empezaría la trágica historia de esta familia pileña que, sin buscarlo, se ha convertido en noticia por ser las primeras víctimas de un asesino condenado a la pena de prisión permanente revisable en Sevilla. Un tipo de condena cuestionada por el partido que gobierna el país y que recurrió ante el Tribunal Constitucional junto a otras formaciones de izquierdas y los nacionalistas vascos.

La Justicia aún no se ha pronunciado sobre la compatibilidad de este castigo con el marco jurídico español, que se rige por el principio de resocialización del preso. Sin embargo, el fracaso en la reinserción de determinados delincuentes cuestiona la reinserción como solución colectiva. Y en mitad de ese debate, con mucho poso político y que ha sido un arma recurrente en las últimas campañas electorales, se encuentran familias como la de Ana María, que defienden la prisión permanente revisable. Ellos conforman una inmensa mayoría que está a favor de esta pena. Así lo puso de manifiesto una encuesta de GAD3 realizada para ABC en 2018, cuando el debate se reactivó tras el crimen de Diana Quer. Ocho de cada diez españoles no quieren derogarla.

Ana Belén, de 35 años, atiende a ABC porque le hizo una promesa a su madre en el tanatorio, que «todo el mundo se enteraría de quién era su asesino». Por eso, cuando la Audiencia Provincial dictó sentencia el pasado mes de abril tras el veredicto de culpabilidad de un jurado popular, no dudó en cumplir con su palabra. Sólo pide guardar su identidad para preservar la de su hijo pequeño. La familia se ha esforzado en mantenerlo al margen, aunque les fue imposible impedir que los compañeros de clase le contaran cómo había muerto su abuela. «Le dijimos que se había marchado porque estaba muy malita, pero en el colegio le dijeron que la habían matado».

Sobre el resultado final de un proceso judicial que ha tardado dos años en juzgarse, Ana Belén respira profundamente: «Sí, se puede decir que estamos satisfechos. No esperábamos que el tribunal impusiera la pena de prisión permanente revisable porque en este país sale muy barato matar». Es recurrente la sensación de impunidad que tienen muchos ciudadanos cuando esperan sentencia por delitos de sangre. Esa misma frase la pronunció el verano pasado Luis Villarino, el portavoz de la familia del joyero asesinado en Carmona por una banda de atracadores. Los allegados del comerciante Paco Cintado reclamaron el cumplimiento íntegro de las penas en una manifestación multitudinaria.

«Lo que es evidente es que una persona que es capaz de cortarle el cuello a otra sin más, no puede estar en la calle»

Estas víctimas de Pilas, las primeras en Sevilla que reciben la noticia de una sentencia de prisión permanente revisable, aseguran que ésta les ha supuesto «cierto alivio» porque se habían hecho a la idea de que el asesino de Ana María «estaría sólo unos años en la cárcel y saldría, como pasa siempre». Pero la Justicia les tenía preparado un relato distinto. «Desde que nos enteramos que está condenado y que no puede salir tan fácilmente, duermo mejor». La ausencia, a pesar de haber transcurrido dos años, sigue estando muy presente. «Nadie nos va a resarcir del daño tan inmenso que nos ha causado este individuo. Yo aún sigo esperando que aparezca mi madre. Quizás la verdadera justicia esté en que él pase por lo mismo por lo que hemos pasado nosotros».

La familia de Ana María, que ha sufrido en su piel la acción brutal de un asesino, también se ha visto obligada a convivir con los lacerantes rumores «propagados por el entorno de Enrique (el condenado)», que culpaba del crimen al marido de la víctima. Y es que Enrique Romay Reina, de 35 años, a los pocos meses de estar en prisión preventiva, cambió su declaración inicial, en la que había confesado a dos agentes de la Guardia Civil que había matado a su vecina tras intentar sin éxito violarla, para pasar a culpar al esposo de Ana María. «¿Que por qué lo hizo? Pues querían echarle el muerto a alguien. Fue muy triste porque mi padre se encerró en casa y no quería salir a la calle. Hubo quien le miró mal. Ahora todo el mundo sí le habla».

Enrique Romay Reina - ABC

Enrique Romay Reina – ABC

Enrique Romay declaró en el juicio que Ana María fue asesinada por su marido y una supuesta pareja sentimental de origen rumano que la Guardia Civil nunca encontró. Aseguró ante el tribunal popular que fue víctima de una trampa que le montó el marido de la víctima al verse descubierto momentos antes de cometer el crimen. Sin embargo, sobre la supuesta amante, la sentencia es taxativa: se la inventó. «A mi padre le han arruinado la vida, al dolor inmenso de perder a su mujer, con la que llevaba toda una vida juntos, se unen esas mentiras», dice Ana Belén.

No fue la única versión que ofreció el asesino. También relató a unos vecinos que le vieron saliendo del lugar de crimen, que unos rumanos habían atacado a la víctima para robarle y después habían huido en una furgoneta. Tampoco se encontró indicio alguno de esos ladrones, ni siquiera las huellas del vehículo en el olivar donde fue apuñalada la fallecida.

Asesino y víctima se conocían, como muchos se tratan en una localidad como Pilas de apenas 14.000 habitantes. Ambos vivían a poca distancia, aunque el trato era muy ocasional. Aún nadie se explica cómo aquella mañana Enrique atacó de manera tan violenta a Ana María después de haber abordado a dos mujeres que consiguieron escapar. Había bebido bastante alcohol durante la noche anterior y tiene reconocido un leve retraso mental, pero los forenses concluyeron que sabía perfectamente el alcance de sus actos cuando apuñaló en repetidas ocasiones a la víctima hasta seccionarle la tráquea y varios vasos sanguíneos. «Él siempre ha sido un tipo un poco loco, que le gustaba beber mucho, pero nadie se esperaba algo así. Es evidente que una persona que es capaz de cortarle el cuello a otra, sin más, no puede estar en la calle».

FUENTE- ABC