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Capitán Torres, piloto de F-18: «Aún preguntan a mis compañeros de promoción si era tan buena»

CAPITAN rgtCapitan Torres, una mujer Hervense que vuela muy alto

Capitán Torres, piloto de F-18: «Aún preguntan a mis compañeros de promoción si era tan buena»

Rocío González quiso que el apellido de su madre apareciera en su casco. Hace ocho años, cuando llegó a la base de Torrejón de Ardoz como piloto de F-18 pidió ser la capitán Torres. Tenía 13 años cuando dijo en casa que quería ser militar, le gustaba la disciplina y la seriedad, pero la suya era una familia sin tradición castrense. La reacción de su madre fue inmediata.

¿Sorpresa? ¿Miedo? ¿Preocupación? No es el estilo de la madre de la capitán Torres.

«Mi madre le tiene miedo a pocas cosas y es muy echada para delante. Se puso a investigar sobre cómo iba aquel mundo y vimos que había una carrera militar y que había que preparar una oposición», explica en las instalaciones del Ala 12, donde es la única piloto, aunque comparte unidad con otras mujeres que ocupan puestos administrativos y operativos. «Ella siempre nos ha dicho que hiciéramos lo que nos gustara«, recuerda. En el colegio se lo tomaron a broma. ¿Rocío, militar? Pensaron que se le pasaría.

Rocío está acostumbrada a convivir con hombres. Son tres hermanas, pero en cuanto aterrizó en la Academia del Aire compartió esfuerzo y logros con muchos varones. Ellos eran 200 y ellas, 10. Cuenta que no notó diferencias porque, en su promoción, ellas tenían que alcanzar exactamente las mismas marcas en las pruebas físicas que los chicos: «Nos suponía entrenar más que ellos, porque la diferencia de fuerza es evidente», reconoce.

Las exigencias eran las mismas y ella destacaba. El último año fue la número 1 del curso de caza y ataque, el más duro y el que te puede alejar del avión a las primeras de cambio. También había sido la primera en el vuelo de cuarto curso. Hazañas a las que ella le quita importancia: «Me lo curré, estudié muchísimo y para mí fue el peor año. Pero es que realmente la diferencia entre uno y otro son centésimas. Me autopresionaba». ¿Diría lo mismo cualquier otro número 1?

«La igualdad real todavía no existe», asegura, y opina que las mujeres tienen interiorizado seguir demostrando que son buenas. Una percepción que no es solo propia. Mucha gente le ha preguntado a sus compañeros si de verdad era tan buena: «Lo siguen diciendo a día de hoy, menos mal que mis instructores dicen que sí«, sonríe. «Estoy tranquila, sé que lo conseguí con mucho trabajo, pero es cierto que somos nosotras mismas las que nos imponemos seguir demostrando».

En la academia conoció a su marido, el capitán Valderas, y la suerte les colocó en las mismas instalaciones. Pertenece cada uno a un escuadrón, lo que les ayuda a conciliar el cuidado de sus gemelas de poco más de un año con los destacamentos y los ejercicios.

Los días rutinarios, esos que para ellos son la excepción, el horario de ambos concluye a las tres de la tarde y a las niñas las recogen en la guardería de la base. «No veo más dificultad que la que tiene mi marido, la diferencia clara fue el el momento de quedarme embarazada, yo tenía que dejar de volar y él no». Ahora ya no se lleva trabajo a casa como hacía antes de ser madre y, del mismo modo que preparó con cuidado su carrera, lo hizo con su maternidad.

Cuando llegó a Torrejón, lo habitual era que el ascenso a comandante, que coincide con dejar de volar, llegara antes. Pero todo se ha retrasado. «Eso llegará en unos tres años y me planto en los 35, y yo no quería ser madre tan tarde«, explica. Lo planificó al milímetro como una misión y se aseguró de dejarlo todo hecho.

Consiguió el máximo de capacitaciones y empezó la otra aventura. Le cedió a su marido parte de la baja de maternidad para que no pasar más de un año sin volar y así no tener que pasar por los exámenes para recuperar las aptitudes. ¿Cómo fue ese primer día? «Físicamente no estaba genial y me dieron las facilidades para limitar algunas misiones. Pero en cuanto a manos, como decimos nosotros, no se olvida. Sí ves que al principio la cabeza no es capaz de dominar tanto».

En el casco de Rocío, el de la capitán Torres, se lee ese «No le buques tres pies..», el lema del Ala 12. Está orgullosa de donde está: «Me parece el mejor sitio del mundo y ahora, con mis dos enanas, mejor». Para las niñas quiere lo mismo que un día su madre quiso para ella: que hagan lo que les guste, pero con cabeza: «Yo no cambiaría nada».

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VIRGINIA HERNÁNDEZ – Madrid – Diario el mundo