Adiós multitudinario a la mujer hallada muerta en un camino en Pilas

Concentración este lunes a las puertas del Ayuntamiento de Pilas por la muerte de Ana María M. M. - EFE

Concentración este lunes a las puertas del Ayuntamiento de Pilas por la muerte de Ana María M. M. – EFE

Ana María M. M. ha sido enterrada en el cementerio del municipio

Ana María M.M., la mujer de 50 años cuyo cadáver fue descubierto este pasado domingo en el entorno del camino de Santillán, en Pilas (Sevilla), con dos cortes por arma blanca en el cuello, ha sido ya enterrada en el cementerio del municipio, tras la correspondiente misa funeral, según ha informado a Europa Press el alcalde de Pilas, José Leocadio Ortega, según el cual el cadáver ya ha sido sometido a la correspondiente prueba de autopsia.

La iglesia de Santa María la Mayor de Pilas (Sevilla) se ha quedado pequeña esta tarde para acoger a las miles de personas que han acudido al funeral y sepelio de esta vecina del pueblo que fue encontrada muerta en un campo a las afueras del municipio.

Solo una parte de los vecinos ha podido entrar en la iglesia dada la cantidad de personas que han apoyado a la familia

Casi una hora antes de las cinco de la tarde, la hora en la que se ha iniciado el funeral, cientos de personas esperaban ya a las puertas del templo pileño, una vez que se había informado oficialmente de que el juez había autorizado el sepelio tras terminar los trabajos de los forenses, aunque solo una parte de los vecinos de Pilas que han llegado a la iglesia han podido entrar, dada la cantidad de personas que han querido apoyar a la familia.

El alcalde de Pilas, José Leocadio Ortega- EFE

El alcalde de Pilas, José Leocadio Ortega- EFE

Entre esos vecinos, el alcalde de Pilas, José Leocadio Ortega, ha dicho a Efe que la respuesta popular en su pueblo «era de esperar, porque era una persona buena, conocida, que no tenía problemas con nadie, y la gente ha sentido mucho esta tragedia y así lo han demostrado».

Ha señalado que ha sido deseo de la familia que sea enterrada en Pilas a pesar de ser natural de la vecina Huévar del Aljarafe, «porque aquí llevaba más de veinte años, estaba casada, tenía hijos y nietos», además de lamentar como este suceso ha alterado la paz en este pueblo de 14.000 habitantes, «en el que tenemos muchos problemas, pero este tipo de cosas nunca son bienvenidas».

Por eso ha dicho que «la gente ha reaccionado con normalidad, dentro de lo que cabe, y ahora todo está centrado en una persona que es la presunta responsable, y solo esperamos que la Justicia tome las riendas y aclare este suceso lo antes posible».

La respuesta de la gente en el funeral ha sido masiva tras llevarse a cabo esta mañana una concentración de repulsa en la que han estado unos 2.000 vecinos de la localidad, e incluso la alcaldesa de Huévar del Aljarafe, Áurea Borrego.

-Un detenido en torno al caso

Mientras con relación a este crimen permanece detenido un varón de 34 años identificado como E.R.R., quien había alertado precisamente de la muerte de esta persona, José Leocadio Ortega expone que no han trascendido las posibles motivaciones del crimen, porque aunque el detenido era «cliente asiduo» del bar donde trabajaba la víctima, lo cierto es que frecuentaba del mismo modo «todos los bares de la zona».

«Eran vecinos de la misma barriada y él es cliente asiduo de todos los bares de esa zona», ha resumido el alcalde, según el cual «aparentemente», no habría ningún nexo «especial» entre el detenido y la víctima.

«Es inexplicable», ha dicho el primer edil, toda vez que el juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Sanlúcar la Mayor que se ha hecho cargo de la investigación ha decretado el secreto de sumario.

El alcalde, eso sí, ha expuesto que está «absolutamente descartado» que este crimen guarde alguna relación con la muerte de Silvia García, la mujer de 51 años de edad cuyo cadáver fue descubierto a finales de 2015 en Pilas, con un golpe en la cabeza a la entrada de su propio hogar. Y es que nunca han trascendido arrestos relacionados con dicho crimen.

Encuentro entre las dos familias en la calle. TEXTO: FERNANDO PÉREZ ÁVILA / VÍDEOS: ANTONIO PIZARRO 13 Marzo, 2017 - 12:45h

Encuentro entre las dos familias en la calle.

¿Cómo te acercas a mí si tu hermano ha matado a mi cuñada?

La investigación apunta a un móvil sexual. El sospechoso contó a su hermano la misma versión que desmontó la Guardia Civil. Ya ha pasado a disposición judicial.

Cuando un par de periodistas llamaron a la puerta de la casa de la familia Romay Reina, en la calle Dolores López Hernández de Pilas, se encontraron con una mujer joven que les miró con cierto recelo. En cuanto vio el micrófono de una reportera cerró la puerta, sin ni siquiera esperar a que los periodistas terminaran de presentarse. Los informadores hablaron entonces con una mujer que pasaba por la calle en dirección a su casa. «¿Conocía usted a Enrique?» «Sí, claro, de toda la vida. Nadie sabe qué ha podido pasar. Nunca ha sido un chico agresivo. Su familia vive ahí, llevan toda la vida aquí y nunca ha habido un problema…», decía la vecina, señalando la puerta de la vivienda del sospechoso del asesinato de Ana María Morales, cuya investigación apunta a un móvil sexual.

 

José Manuel Romay hermano del presunto homicida

El bar La Soledad, que regentaba la víctima. / ANTONIO PIZARRO

El bar La Soledad, que regentaba la víctima. / ANTONIO PIZARRO

De la casa salió en ese momento un hombre que se dirigió a los periodistas. Se presentó como José Manuel, el hermano del detenido. «Mi familia está destrozada, pero no tenemos nada que ocultar. Puedo explicarles lo poco que sabemos. Yo visité a mi hermano en el consultorio, antes de que estuviera detenido. Estaba todo ensangrentado y me contó más o menos la versión que ustedes ya han escuchado». El hermano del sospechoso reiteró que Enrique -«aquí todos le conocemos como Enriquito«- le contó que había salido a coger espárragos por un olivar que frecuentaba, junto al camino de Santillán, cerca de su domicilio y al que acudía prácticamente a diario. «Allí vio una furgoneta blanca, con tres hombres y una mujer de procedencia rumana, que estaban violando a una mujer. Él se fue para ellos y les dijo ‘hijos de puta, quitarse de encima’. Puso la mano y recibió un corte y luego le dieron con un palo en la cabeza».

Guardias civiles, en la zona donde ha aparecido el cadáver. / JUAN CARLOS VÁZQUEZ

Guardias civiles, en la zona donde ha aparecido el cadáver. / JUAN CARLOS VÁZQUEZ

Poco después de que le contara esto a su hermano, y también a la Guardia Civil, Enrique Romay Reina fue detenido como sospechoso del asesinato y este martes ha pasado a disposición judicial. Testigos presenciales han explicado que el detenido ha entrado en los juzgados de Sanlúcar la Mayor vigilado por varios agentes de la Guardia Civil y cubriéndose la cara con las manos.

Los investigadores desmontaron la versión de la furgoneta y creen que el crimen tuvo un móvil sexual. No descartan que el sospechoso agrediera sexualmente a la víctima y después la matara. Las heridas que sufría habrían sido causadas por la mujer, muy corpulenta, cuando intentaba defenderse. Los hechos ocurrieron sobre las ocho y media de la mañana del domingo en un olivar que seguía este lunes precintado por la Guardia Civil, y en el que permanecían algunos restos de ropa.

«Yo al principio le creí», dice el hermano del detenido. «Si a mí una persona me da una versión, yo la creo, no tengo por qué desconfiar de ella. Pero después hay cosas que no cuadran. Le hice varias preguntas a ver si podía sacarle algo. Le insistí en si conocía a los agresores. Me dijo que sí, que a uno de ellos sí. Le pregunté hacia dónde se fueron y él mantenía que cogieron la furgoneta y huyeron en dirección a Hinojos. La Guardia Civil me preguntó después y yo les dije lo que pienso. No pongo la mano en el fuego. Si ha cometido un delito, que lo pague, aunque sea mi hermano. Si no, que se practiquen todas las pruebas pertinentes».

José Manuel Romay insiste en que su hermano no es una persona agresiva, pero sí que tiene «mala bebida». «Es una persona que bebe, y si le dices una o dos palabras, se pone a llorar». Por eso piensa que ha podido tomar algo «que le haya hecho cambiar el chip». La investigación también apunta a que el sospechoso pasó la noche fuera de su casa y pudo consumir algunas sustancias estupefacientes. «Le ha tenido que pasar algo para hacer eso. Pero es algo que no sabemos. Si lo supiéramos, no nos importaría decirlo».

La tarde antes del crimen, los dos hermanos participaron en un ensayo de costaleros de la Borriquita. Cuando terminaron, Enrique se demoró limpiando el local y José Manuel regresó a su casa. Enrique llegó quince minutos después y le pidió un euro a su padre. «Mi padre se echó a reír. ¡Un euro! ¿Dónde vas a ir con tanto dinero?, le dijo. Dónde fue después, y si estuvo con alguien más, ya no lo sé».

Enrique Romay tuvo hace años un intento de suicidio. «Estaba agobiado. No tenía trabajo. Tampoco terminó los estudios. Ahora teníamos algún proyecto en mente», explica el hermano. Esos proyectos pasaban por sacarse el título de Secundaria y a partir de ahí buscar trabajo. Una opción era entrar en el Ejército, donde trabaja su hermano, destinado en Cerro Muriano tras pasar años en la Legión. «Ya hace tiempo que lo intentó, pero tenía reuma y mi padre se lo desaconsejó porque las pruebas físicas son muy exigentes». Añade que su familia lo está pasando muy mal y que quiere ponerse en contacto con la de la víctima. «No es justo que una persona tan buena como era esa mujer muera así».

Restos de ropa en el escenario de crimen. / ANTONIO PIZARRO

Restos de ropa en el escenario de crimen. / ANTONIO PIZARRO

Aún no había terminado de hablar con la prensa cuando a unos metros pasó una cuñada de la víctima. El hermano del detenido ni se lo pensó. «Rosario, perdona un momento, quería…», le dijo, disculpándose por un momento con los periodistas y dirigiéndose hacia la cuñada de Ana María Morales, que venía del minuto de silencio celebrado en las puertas del Ayuntamiento. «¿Cómo puedes acercarte a mí si tu hermano ha matado a mi cuñada? ¡Si ha dejado sola a mi sobrina! ¡No quiero que se acerquéis a mí! ¡No quiero!», le gritó la mujer, entre lágrimas. José Manuel Romay regresó a la puerta de su casa, cabizbajo y con las manos en los bolsillos. «Ésta es la repercusión que ha tenido esto, sin tener nosotros culpa».