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¿Cuáles son los gentilicios más raros de los pueblos de Sevilla?

Hacienda del Marques de Villavelviestre

Foto. M. Bejarano – Hacienda del Marquesado de Villavelviestre

En la provincia encontramos maruchos, moriscos, hervenses, cigarreros, fontaniegos, lantejolenses…

Que los habitantes de Camas son cameros parece algo lógico. Lo mismo que el gentilicio de Utrera sea el de utrerano. Pero muchas localidades de Sevilla poseen gentilicios que no se corresponden con el nombre del pueblo. ¿Sabe usted de dónde son los maruchos, los moriscos y los hervenses?

Claros ejemplos de que el gentilicio, aunque relacionado con la localidad, no tiene nada que ver con el nombre. Y es que de los 105 pueblos que conforman la provincia de Sevilla, hay varios gentilicios que, cuando menos, resultan raros o curiosos.

Por ejemplo, los naturales de La Puebla de Cazalla son conocidos como «moriscos». Este gentilicio tiene su origen porque los Duques de Osuna no obedecieron la Orden de los Reyes Católicos de expulsar a sus moriscos (ya que eran unos magníficos agricultores). Por eso hay tantos naturales con el apellido «Moreno» (corrupción de moro).

Pero también resulta llamativo el de La Puebla del Río. De todos es conocido que sus habitantes son «cigarreros». Pues bien, este gentilicio, a su vez, viene de una deformación de la palabra. Porque en un principio los lugareños eran conocidos como «gijarreros», expresión proveniente de los guijarros (cantos rodados) que hay en esta localidad y que se utiizaban para los hornos alfareros. Una expresión difícil de pronunciar y que, con el paso del tiempo, fue transformándose en «cigarrero».

Otro de los gentilicios llamativos en la provincia de Sevilla es el de «marucho», que son los habitantes de la localidad de San Nicolás del Puerto. En este caso, no se sabe a ciencia cierta de dónde proviene y el razonamiento más extendido es que data de la época de la reconquista y viene derivado de «moruchos», como en el caso de los de La Puebla de Cazalla.

Los nacidos en Huérvar del Aljarafe son conocidos como «hervenses» ¿De dónde viene esta palabra? Pues según la Historia, este lugar fue un antiguo asentamiento turdetano denominado «Erbas». Fue colonizada por los romanos donde debieron edificar un campamento militar (castra) y un enclave agrícola dedicado al cultivo de la trilogía mediterránea: olivar, cereales y viñas. Con la llegada de los visigodos se produjo cierta decadencia que con el dominio musulmán volvió a recuperar. Su actual nombre deriva del apellido del jeque árabe «Alí-Al-Huevar».

Lantejolenses, nazarenos…

De la localidad de Lantejuela son los «lantejolenses». En este caso, el gentilicio tiene mucho de leyenda urbana. Hay dos versiones sobre la procedencia del nombre. Una señala que el nombre deriva de «Tío lentejas», apodo de un rico hacendado propietario de grandes extensiones. La otra data del hallazgo de unas lentejas de oro, encontradas con la punta de un arado, de donde sacaron el título de la «Dehesa de Lantejuela». Ambas versiones carecen de una interpretación concreta.

Y cerca de esta localidad, los ursaonenses de Osuna. El origen de Osuna se remonta hasta hace unos tres mil años, cuando los turdetanos habitan la ciudad que más adelante se conocería como Urso, de ahí el gentilicio de ursaonense.

Otro de los gentilicios llamativos es el de «nazareno» para denominar a los nacidos en Dos Hermanas. Este proviene, según la leyenda popular, del apellido de las hermanas Elvira y Estefanía Nazareno, que dan nombre a la ciudad. Según dicha leyenda, tras la conquista de Sevilla por Fernando III, en el «Repartimento» se conceden estas tierras al adalid castellano-leonés Gonzalo Nazareno, natural de Villavicencio de los Caballeros (Valladolid) que está emparentado con las hermanas Elvira y Estefanía Nazareno que, según la tradición, descubren en una cueva-gruta la imagen de una «Santa Ana» (escultura gótica triplex) y una campana, que se conservan.

Más lógicos son gentilicios como «fontaniego», de Fuentes de Andalucía; «minero», de Villanueva del Río y Minas y «astigitano», de Écija, que proviene del nombre de la ciudad en la época romana: Astigi. En todo caso, se trata de denominaciones que vienen a redundar en la riqueza lingüística del castellano y su evolución con el paso de las centurias.

Fuente ABC